Imagina esta escena: Roberto, un gerente de proyectos muy eficiente, entra a una reunión y dice en voz firme: “¡Esto no está funcionando y necesitamos un plan nuevo ya!” . Lo curioso es que Roberto no estaba molestando ni queriendo intimidar a nadie. Simplemente así era su tono natural. Sin embargo, los demás lo miraron como si acabara de lanzar una bomba emocional en la sala. ¿Te suena familiar?
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Muchas personas con tonos de voz intensos se enfrentan a este dilema: lo que dicen no coincide con aquello que los demás perciben. Ahora bien, hablar fuerte no te convierte en un villano, pero sí puede ser una señal de algo más profundo que merece atención. Voy a darte las herramientas fundamentales para cada día, para que tu comunicación sea un arte y no un huracán.
Desde los fundamentos de la Sanación Bioemocional, el tono de voz que usamos suele estar relacionado con las memorias emocionales que cargamos. Si creciste en un ambiente donde había que "gritar para ser escuchado" (metafórica o literalmente), es probable que tu inconsciente haya programado esta intensidad como una herramienta de supervivencia. Es como si tu sistema nervioso dijera: “Habla fuerte, porque si no, nadie te hará caso” .
Te cuento el caso de Roberto, quien vino a una sesión de Terapia Regresiva desesperado porque su pareja decía que siempre se sentía atacada por su tono. Esto le sucedía también en su contexto laboral, así que se dio cuenta que invariablemente necesitaba hacer algo al respecto. En la exploración profunda de su subconsciente, Roberto recordó que de niño vivió en un hogar con discusiones constantes, y para hacerse notar entre tanto ruido, tuvo que alzar su voz. Su tono fuerte era su mecanismo de defensa, un reflejo de un niño que solo quería ser visto y escuchado. ¡Ya te imaginarás el tono de sus padres cuando discutían, para que un pequeño aprendiera a alzar su voz para ser escuchado!
Pasar de un tono fuerte a uno adecuado no es cuestión de apagar un interruptor. Es un proceso que incluye autoconciencia, reprogramación mental y un poco de práctica frente al espejo.
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Aquí tienes algunas estrategias para empezar:
Respira antes de hablar: Una respiración profunda y consciente puede ser tu mejor aliada. Saca algunos segundos de tu día para hacer un ejercicio de respiración profunda con el fin de que tu cuerpo se habitúe a liberar esas tensiones de las que no te das cuenta. Repite esto varias veces al día, puedes colocar una alarma cada 40 minutos por ejemplo para que no lo olvides.
Reencuadra tu intención: Cuando estés a solas o en momentos de silencio, pregúntate: ¿Qué quiero comunicar y cómo quiero que me perciban? visualiza cuáles serían esos gestos que tendría tu rostro al hablar en un tono más sereno, luego imita ese gesto con tu rostro, y di en voz alta: soy amable y me siento sereno cuando me dirijo a los demás, y mientras lo dices, siente que así es.
Este es un ejercicio de reprogramación mental que puedes hacer unos minutitos en el baño, o mientras esperas a que caliente el agua para el café, o quizá mientras estás en la ducha… es solo un instante de tu día que va a configurar mágicamente a tu cerebro para que luego pueda responder a tus palabras de manera amable casi que en automático.
Trabaja en tu energía emocional: Si sientes frustración, enojo o urgencia, es probable que eso se refleje en tu voz. Usa herramientas de sanación bioemocional, como la técnica de liberación emocional: puedes llevar un diario de emociones, practicar meditación o yoga, y tomar un proceso de terapia de Hipnosis por ejemplo, esto te ayuda a crear nuevos anclajes sobre situaciones que en el pasado te produjeron emociones dolorosas que hace tiempo no expresas.
Práctica con un espejo o graba tu voz: Escucharte a ti mismo puede ser revelador. Graba un decreto simulando un tono amoroso, suave, tranquilo, y escuchalo antes de irte a dormir por 40 días consecutivos. Usa un tema que te fortalezca emocionalmente, como puede ser: “Me amo profundamente, y con este mismo amor me dirijo a los otros, mis relaciones cada vez son más positivas por mi amabilidad, me gusta compartir conversaciones agradables con las personas…" ¿y qué tal si le pones música relajante de fondo?... ¡Tu cerebro lo comprenderá mejor hasta sentirlo! De repente te vas a descubrir usando ese mismo tono en tu cotidianidad, sin siquiera haber pensado en ello.
Imita a modelos de comunicación efectiva: Encuentra a alguien a quien puedas admirar por su forma de hablar, ya sea un amigo, un mentor o incluso un locutor de radio. Practica imitando su tono y ritmo hasta que se vuelvan naturales para ti.
¿Con cúal de todos estos ejercicios te quedas tú? Quizá prefieras todos, eso sí cuando los realices, enfócate en ese instante, e interiorízalo.
Y qué pasó con Roberto...
Después de varias sesiones de Terapia Regresiva, aprendió a identificar los momentos en que su tono se disparaba, comprendiendo que esto sucedía cuando estaba ante una situación en la que se sentía vulnerable o pudiera llegar a ser juzgado. Incorporó entonces una práctica de respiración constante para calmarse antes de hablar, y comenzó a usar frases como: “Lo que quiero decirte es importante, pero lo diré con calma para que lo podamos entender juntos" Fotografía tomada de Freepik
Con el tiempo, no solo logró una comunicación más efectiva con su pareja, sino que también notó que su tono más sereno inspiraba respeto en su trabajo, en lugar de rechazo.
Hablar no es solo cuestión de palabras, es un acto de conexión. Tu voz es un reflejo de tu mundo interior, y cuando trabajas en sanar las emociones que la moldean, te conviertes en un comunicador auténtico y poderoso. Así que la próxima vez que alguien te diga: “¡No me grites!” , en lugar de justificarte, reflexiona: ¿Qué quiero transmitir realmente? .
Recuerda: no se trata de apagar tu voz, sino de afinarla. Al final, todos queremos lo mismo: ser escuchados, pero desde un lugar donde nuestras palabras lleguen como un abrazo, no como un huracán. Te enseño lo que puedes hacer.
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